Historia


El Bombyx mori o gusano de seda, es originario de China. Los historiadores chinos indican como fecha del comienzo de la sericicultura 3.400 años antes de nuestra era. La emperatriz Sihing-Chi, esposa del emperador Housan-Shi, quien reinó por el año 2650 a.C., propagó esta industria entre la casta noble del imperio. Se consideraba entonces como un arte santo y sagrado, reservado únicamente a las damas de la corte y la alta aristocracia. A su muerte, se le erigieron templos y altares como "la genio de los gusanos de seda".
Desde el alba de su civilización, los chinos tuvieron a la sericicultura y el tejido de la seda como la principal fuente de su riqueza. Los primeros emperadores ordenaron la propagación de esta actividad y, a menudo, dictaban decretos y órdenes para proteger y recordar a la corte sus obligaciones y atenciones con la sericicultura.
La sericicultura llegó a Japón 600 años antes de nuestra era, y más tarde, se extendió hacia la India y Persia. Durante el siglo segundo, la reina Semíramis, después de una "guerra feliz", obtuvo toda clase de obsequios del emperador chino, quien le envió navíos cargados de sederías, gusanos, y hombres expertos en la materia. Desde entonces Japón extendió en todo su territorio la sericicultura, al grado de que llegó a considerarse que la seda poseía poderes divinos. La historia registra el momento en que el gobierno intervino, en nombre de la economía nacional, porque todos los campesinos querían dedicarse a esta actividad, olvidándose de las otras ramas de la agricultura.
Por el año 550 d.C., unos misioneros griegos llegaron a predicar el cristianismo a Persia, donde conocieron los procedimientos para la crianza del gusano y la producción de la seda. En el hueco de los bastones, los monjes introdujeron semillas de morera y huevecillos, logrando así sacar la especie hacia su territorio. De Grecia la sericicultura se extendió a los países de Asia y África del Norte; más tarde llegó a Europa, donde Italia, Francia y España, obtuvieron excelentes resultados, y a quienes se les reconoce, hasta la fecha la finura de sus sedas.
Los primeros ejemplares de gusanos y moreras llegaron a nuestro continente durante la Colonia. En las crónicas de la época se dice que la corona española otorgó la concesión para Plantar 100 mil moreras en Tepexi, Oaxaca, y que los misioneros dominicos expandieron esta actividad por la región cálida de Oaxaca, Michoacán y la Huasteca de San Luis Potosí.
A pesar de que los españoles encontraron que la morera crecía cinco veces más aprisa que en Andalucía, que se podían hacer dos crianzas al año, y que se obtenían sedas de excelente calidad, la sericicultura no llegó a consolidarse en nuestro país, debido, en gran parte, al auge de la minería, a las revueltas sociales, pero sobre todo, porque es una actividad muy delicada que necesita forzosamente de la organización, protección y fomento del gobierno.